Después de anunciar hace unos días que iba a inaugurar una nueva línea de post llamada «momentos mágicos», aquí estoy con el primero de los artículos. Que conste, que había planeado, que el primero fuese uno sobre Punta Nariga, pero finalmente me he decido por contar antes una experiencia mágica, que tuvo lugar en Septiembre de 2020 en el Castro de Baroña.
El motivo de contar estas experiencias, no es tanto el deciros «¡mirad que bien me lo he pasado!» si no, compartir mi pasión y con ella inspiraros a salir y a «buscar el momento» y ya de paso daros cierta información util sobre localizaciones.
El Castro de Baroña es, para quien no lo conozca, un conjunto de ruinas de lo que fue un asentamiento humano, que estuvo ocupado entre los siglos I A.C. y I D.C. Los castros, hay varios en Galicia, eran recintos fortificados con viviendas en su interior. Decayeron con la llegada y la conquista/asimilación por parte del imperio romano. En el caso que nos ocupa, este castro es uno de los mas conocidos de Galicia y está situado en el Concello de Porto do Son.
Aparte del obvio interés histórico y arqueológico del Castro de Baroña, para un fotógrafo de paisaje como yo, tiene un evidente interés estético. Situado en plena costa, en una pequeña península, las ruinas ofrecen un aspecto imponente y cuando el atardecer «viste de gala» el mar, el espectáculo puede llegar a ser sobrecogedor. Se crea una atmosfera mágica, que nuestra mente puede acentuar al imaginar como sería la vida de nuestros antepasados en un lugar así. Desde que visité el Castro por primera vez, he tenido entre ceja y ceja conseguir captar ese ambiente especial. A lo largo de los años, he ido realizando intentos con mayor o menor fortuna. A medida que mis habilidades fotográficas iban creciendo, mas necesidad sentía de hacerle justicia al lugar, pero es obvio que necesitaba ciertas condiciones para hacerlo. Resumiendo, precisaba un atardecer de relumbrón.
La planificación y también el saber aprovechar las circunstancias cuando vienen, es parte indispensable a la hora de conseguir fotografías que «van un poco mas allá» de lo convencional. El «momento», las «circunstancias especiales» son algo indispensable. Yo tengo muchas fotos de atardecer en Baroña, algunas muy decentes, pero quería subir el nivel. Tenía los medios y los conococimientos, solo me faltaban las circunstancias y el poder aprovecharlas (no es facil, uno sale como puede y cuando puede).
Así, llego el día 17 de Septiembre. Hacía una tarde de perros, con chaparrones intensos y tormenta eléctrica y sin embargo, había esa atmosfera especial e imprevisible que se da en ciertos días de otoño y de primavera. Tuve la sensación de que entre chuvasco y chuvasco podía haber algun momento interesante y el castro solo está a unos 500m de donde se aparca… así que como estaba en casa, y podia salir, no me lo pensé, me lancé.
LLegue al Castro y aunque en se momento no llovia, estaba ventoso y desapacible, el cielo tenía mucha carga y era evidente que iba a reventar. Aun así, fui tozudo, cogí el equipo y baje andando hasta uno de los lugares que ofrece buenas perspectivas. Apenas había hecho unas pocas fotos irrelevantes cuando empezó a llover. Al principio no era exagerado y yo, aunque sin paraguas (menudo vaquero estoy hecho) iba bien pertrechado en cuanto a ropa y con fundas para la mochila y la bolsa de hombro que llevaba. Después de aguantar un rato la cosa se puso mas fea, empezó a llover mas intensamente y la tormenta electrica hizo su aparición. Empecé a caminar con idea de volver al coche, pero… ¡fui tozudo!. Decidí refugiarme un poco, metiéndome, bien dentro, de un pinar cercano (ojo con las imprudencias, seamos tozudos, pero no locos). Tenía la esperanza de lo que los gallegos llamamos «un arraio», es decir un pequeño momento de tregua entre chubascos. Con el movimiento atmosférico que había, sabia que podía llegar a suceder. Conocer bien la meteorología de la zona en la que te llevas moviendo años es un plus.
Después de un buen rato «refugiado», la cosa se calmó ligeramente, pero seguía lloviendo y habiendo tormenta (por suerte más lejos). Aun así, me aventuré fuera del resguardo, relativo, que ofrecía el pinar y busqué alguna perspectiva diferente por la zona, incluso tomé alguna foto cubriendo la cámara, el trípode y a mi mismo con un segundo chubasquero que llevaba en la mochila, pero era complicado y la luz no era interesante, además de que el viento era intenso. Volví a pensar en irme, pero… ¡Fui tozudo!.
Volví un rato al pinar, siempre sin dejar de observar el cielo y valorar las posibilidades. El atardecer empezaba a acercarse, yo llevaba ya dos horas allí, pero había algo esperanzador y es que mas allá de la densa capa de nubes, en la linea del horizonte había algun que otro claro y, sobre todo, nubes menos densas. Esto es algo que pasa a veces y, si en esas circunstancias, llega el atardecer y el sol transita esa franja relativamente limpia, el resultado puede ser épico. Con esa esperanza y ese gusanillo en el estomago (si, seré un exagerado, pero a mi la fotografia me produce esas cosas) me dirigí a uno de los puntos que me gusta para tomar fotos del castro. La franja semi-despejada era estrecha, así que lo que sucediera, iba a ser rápido.
El pronóstico no falló, el sol apareció, los colores comenzaron a proporcionar espectáculo y además la lluvia estaba parando poco a poco. Aún con el sistema del chubasquero cubriendo mi cabeza y la cámara tomé las primeras fotos. No estaba exento de complicaciones ya que además estaba utilizando filtros cuadrados montados en el portafiltros y también, por si acaso, estaba haciendo bracketing para asegurarme de tener el rango dinámico suficiente.
Después de un rato, la lluvia por fin cesó. Literalmente corriendo, bueno, trotando (siempre cuidado en las localizaciones, por favor) subí por la ladera y me ubiqué en el punto cuya perspectiva mas me gusta. Hice unas cuantas fotos mas y ya cuando el sol se ocultó me relajé y disfruté del resto del espectaculo que estaba ofreciendo la naturaleza. Os recomiendo que nunca os olvideis de disfrutar de la naturaleza, no convirtais el proceso de sacar fotos de paisaje en un simple coleccionismo de cromos, DISFRUTAR del entorno.
Después de alguna foto postrera, guarde todo, subí caminando hasta el coche, mojado pero contento e hice el viaje de vuelta a casa con una sonrisa estupida en la cara.
Espero haber sabido transmitir lo que sentí y espero también, que la moraleja quede clara: «para fotos excepcionales, busca momentos excepcionales» y «nunca te olvides de disfrutar del entorno y de la experiencia».
El resultado, vosotros lo valorareis, para mi, a nivel personal, ha valido la pena, estoy contento con las fotos y sobre todo con la experiencia. Son estas «aventuras», las que te hacen crecer como fotografo.
y sin mas, me despido hasta otra entrega de «Momentos Mágicos».
Fotógrafo de paisaje. Apasionado de los faros.